Esta iba a ser mi primera travesía de altura, la del Atlántico Norte. Mi experiencia en navegaciones de esta envergadura era nula hasta el momento de emprender nuestro viaje. Había cruzado el estrecho de Gibraltar en un par de ocasiones trasladando barcos de Barcelona hasta Cádiz, y navegado ampliamente por el Mediterráneo, pero nunca un viaje de semejante calibre. Mi filosofía consistía en minimizar la posibilidad de pasarlo mal en ninguno de los tramos planeados, así que la buena interpretación de los partes meteorológicos, era para mí, un punto clave.
Salimos a mediados del mes de Septiembre dirección a Las Islas Canarias con previsión de permanecer un par de meses allí hasta que los vientos alisios se establecieran. Es en el mes de Octubre, cuando los temporales que cruzan el Atlántico Norte de Oeste a Este, empiezan a llegar a las costas de la Península Ibérica y dificultan esta etapa hasta las Canarias y por esa razón emprendíamos el viaje tan pronto.
La etapa mediterránea, paso previo al cruce del estrecho, lo realizamos en dos etapas, a motor prácticamente todo el trayecto por falta de viento. De Barcelona a Cartagena, y el segundo tramo hasta el puerto de Soto grande. Sin ninguna incidencia destacable. Únicamente la agradable compañía de un grupo de calderones que nos acompaño durante unas millas cerca del estrecho.