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Siempre hay una primera vez en la vida

Esta iba a ser mi primera travesía de altura,  la del Atlántico Norte. Mi experiencia en navegaciones de esta envergadura era nula hasta el momento de emprender nuestro viaje. Había cruzado el estrecho de Gibraltar en un par de ocasiones trasladando barcos de Barcelona hasta Cádiz, y navegado ampliamente por el Mediterráneo, pero nunca un viaje de semejante calibre.  Mi filosofía consistía en minimizar la posibilidad de pasarlo mal en ninguno de los tramos planeados, así que la buena interpretación de los partes meteorológicos, era para mí, un punto clave.

Salimos a mediados del mes de Septiembre dirección a Las Islas Canarias con previsión de permanecer un par de meses allí hasta que los vientos alisios se establecieran. Es en el mes de Octubre, cuando los temporales que cruzan el Atlántico Norte de Oeste a Este, empiezan a llegar a las costas de la Península Ibérica y dificultan esta etapa hasta las Canarias y por esa razón emprendíamos el viaje tan pronto.

La etapa mediterránea,  paso previo al cruce del estrecho, lo realizamos en dos etapas, a motor prácticamente todo el trayecto por falta de viento. De Barcelona a Cartagena,  y el segundo tramo hasta el puerto de Soto grande. Sin ninguna incidencia destacable. Únicamente la agradable compañía de un grupo de calderones que nos acompaño durante unas millas cerca del estrecho.

Esperamos tan solo un día y decidimos cruzar el estrecho rumbo a las Canarias a pesar de que se aproximaba un frente que debíamos cruzar, pero después de éste, se nos presentaba una semana entera de plácidos vientos favorables hacia nuestro próximo objetivo. Acertamos!  Dejamos las tormentas por el lado de babor; pero menuda tormenta.

Viendo Gibraltar por la popa, decidimos separarnos de la costa de Marruecos un mínimo de 80 millas para evitar la gran cantidad de redes a la deriva y de varias millas de longitud que los pescadores marroquíes utilizan. Así lo hicimos, incluso llegamos a separarnos hasta 100 millas, pero esto no evito que pasáramos por encima de una de ellas.  El diseño de la obra viva del Ju, de quilla semi-corrida, evitó que nos quedásemos enganchados y la sobrepasamos sin problema.

Ya en el Atlántico, descubrimos lo agradable que resultaba navegar por este océano. A pesar del tamaño de las olas, de hasta 5 metros, el Ju navegaba como los ángeles, rápido y suave. La longitud de onda de las olas atlánticas es muy amplia si la comparamos con las olas del Mediterráneo, así que el velero subía y bajaba las olas…… disfrutamos mucho de este tramo. Sol, pesca, delfines jugando en la proa del Ju… No se podía pedir más.

La auténtica aventura empezaba ahora. Habíamos decidido salir el mismo día en que empezaba la Regata ARC,  para poder ver la espectacular salida que tiene lugar cada año en las inmediaciones del puerto de las Palmas, en Gran Canaria.

La verdad es que a finales de Noviembre, cuando se inicia la regata, los vientos alísios todavía no suelen estar bien establecidos, pero la decisión ya estaba tomada. Un día antes salimos de Marina Rubicón, precioso puerto situado al sur de la isla de Lanzarote, para llegar a la mañana siguiente a Las Palmas.  Entramos en el puerto para dar una vuelta y… que ambientazo! Todo el mundo ya estaba preparándose y se podía sentir la emoción generalizada en el ambiente. Salimos del puerto, pusimos el genaker.   Espectacular la salida!  Cientos de barcos navegando rumbo al Caribe.

Aquí empezaba la auténtica travesía, y una vez empezada ya no había vuelta atrás. Nuestra primera intención era cruzar directamente hasta las Antillas pero una serie de sucesos e infortunios nos llevarían a recalar en Mindelo, la única marina de Cabo Verde.

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