Resulta difícil explicar cuales son los motivos que nos llevaron a decidir y realizar este proyecto en el que nos encontramos Judith, la Trufa y yo, pero trataré de acercarme lo más posible.
Encontrar a Judith, su implicación total en la adquisición del velero y hacer suyo también ese sueño, nos dio el último empujón para poder pasar de un proyecto, a su realización y de ese modo, poder cumplir un sueño.
Resulta difícil explicar cuales son los motivos que nos llevaron a decidir y realizar este proyecto en el que nos encontramos Judith, la Trufa y yo, pero trataré de acercarme lo más posible.
Mi relación con el mar empieza desde que tengo uso de razón. Desde pequeño navegaba con mi padre y mi hermana en velero pasando muchos veranos en las islas Baleares, y también navegando en vela ligera, afición que recomiendo y afortunadamente puedo seguir practicando. Echo de menos mis salidas con el Patín Catalán que tuve que vender al iniciar este viaje.
Creo que todos, o casi todos aquellos que navegan, tienen algún día el sueño de poder cruzar los océanos y dar la vuelta al mundo pero normalmente se queda en eso, nada más que un sueño. Y para mí también era así. Quizás el día que cambié un trabajo estable de más de 13 años de antigüedad como técnico de sonido en una radio, por otro no estable y peor remunerado en una empresa náutica familiar, empecé sin darme cuenta a acercarme a ese sueño.
– Estás loco- me decían mis compañeros de trabajo,- pero si aquí estas fijo!!! –
No fue fácil y muchas veces llegué a pensar que me había equivocado pues había cambiado 3 días semanales de trabajo relajado en un estudio de sonido, por 6 días frenéticos en el mundo de la náutica peleando por un sueldo que me permitiera mantener mi economía a flote.
Tenía un sentimiento, muy profundo y que sentía desde hacía mucho tiempo, que fue el que me impulsó a realizar este cambio de trabajo. Una inquietud que había podido interpretar, solamente con el paso de los años, pero que cada vez me provocaba más insatisfacción conmigo mismo. Ese sentimiento era el de “sé que hay algo que sé hacer con lo que puedo obtener un gran satisfacción personal”. Creo que mucha gente siente algo parecido. Sin duda, descubrirlo, ha sido una de las cosas más difíciles para mí, pero encontrarlo es lo que me ha dado la satisfacción más grande de mi vida y en definitiva es una de las dos cosas que me ha traído hasta aquí. Esa insatisfacción laboral e inquietud me dieron la fuerza para cambiar de trabajo.
La segunda cosa que me ha permitido convertir un sueño en realidad ha sido encontrar a Judith. Su implicación total en la adquisición del velero y hacer suyo también ese sueño, nos dio el último empujón para poder pasar de un proyecto, a su realización y de ese modo, poder cumplir un sueño.
Nuestra historia empieza en el verano del 2007.
Ese verano, Marc organizó un viaje en velero con amigos, entre los que me encontraba yo, rumbo a Formentera. Era mi pequeño sueño desde hacia años ir en velero a Formentera!! No me lo podía creer!! Marc hacía muchos años que no lo veía y cada noche pensaba, por favor que tenga sitio en este posible viaje!!
A pesar de conocernos desde los 15 años, fue durante ese viaje donde surgió nuestra historia de amor entre nosotros y el mar.
Fue la primera travesía que había hecho. Recuerdo que hacía mucho tiempo que no tenía esta paz. Navegando me iba hacia la proa del barco. El mar, el velero y yo. Todos mis pensamientos, todos mis problemas se iban estructurando en mi mente y por fin me sentí libre!! Feliz!! Se me pone la piel de gallina recordar lo emocionante que fue para mí esta primera aventura!!
Con mi relación con Marc todo fue muy rápido, supongo que a esta edad ya tienes muy claras las cosas.. sobretodo lo que no quieres y deseas.
Al cabo de un año decidimos comprar un velero. Tuvimos que decidir que tipo de velero queríamos comprar en función del uso que quisiéramos darle al barco. Nuestro sueño era poder algún día navegar por todos los mares alrededor del mundo. Después de investigar, visitar y navegar con muchos barcos durante un año nos decidimos por un barco con características para la navegación de altura. Solo cuando llegamos a este punto encontramos el JU.
Al cabo de un año ya estábamos viviendo en el barco y empezando, sin saberlo, a cambiar nuestro entorno de vida: la ciudad por el puerto. Era una delicia, era como estar en un pueblo pequeñito y ya me sentía como una aventurera. Como una niña con su cabañita.
Nos fascinaba la posibilidad de despertar, a pesar de estar en casa, en lugares diferentes. Lo experimentábamos brevemente los veranos cuando teníamos una semana libre nos dirigíamos a alguna de las islas Baleares. Esto nos producía una sensación de libertad nunca vivida.
Marc siempre había tenido este sueño pero nunca había creído en la posibilidad de realizarlo. Encontrarnos y que yo estuviera volcada totalmente en el proyecto, fue el empujón definitivo para creer en ese sueño y ponerse manos a la obra.
Una vez decidido no fue tan fácil llevarlo a cabo. Tuvimos que renunciar a muchas cosas. Dejar a la familia y los buenos amigos fue uno de los puntos más difícil de aceptar. Tanto para nosotros como para ellos. Pero la necesidad que sentíamos de libertad, aventura y emoción era más fuerte que todo.
La presión y el miedo a lo desconocido son aspectos que también uno tiene que superar. La incertidumbre de cómo sería la vida en el mar y cambiar de países, de lenguas, de culturas, de leyes era a la vez una gran motivación personal. Las relaciones humanas son muy intensas en un barco por su espacio reducido y la cantidad de horas que se comparten. Esta era otra prueba que también deberíamos superar.
Con el tiempo hemos aprendido que somos un equipo, amigos, compañeros y para nosotros ya no puede ser de otro modo.
Trufa, nuestra perrita desde el primer momento de tenerla ya empezó a vivir con nosotros en el velero. Sin duda es también su casa y donde se encuentra más cómoda. Es muy buena marinera.
Desde que empezamos nuestra aventura ha estado con nosotros, navegando, cruzando el Atlántico, recorriendo las Antillas, Venezuela, Colombia y Panamá. Siempre la recuerdo cuando empiezo una guardia como me viene a saludar moviendo su colita. Y cuando me estiro en la bañera que tienes los huesos bien calados como se pone encima de mis pies y me da cariño y abrigo…eso no tiene precio.
Ella siempre está contenta. La mejor compañera de viajes.
Nuestro pequeño grumete fue el último en estar embarcado en el barco a sus 6 meses. Han sido momentos maravillosos, mágicos, tiernos y también muy duros. Navegar con un bebé y vivir en sitios aislados fue difícil pero no lo cambiaria por nada del mundo. Lo que ha podido aprender en este tiempo viviendo con culturas diferentes, navegando, palpando la naturaleza creo que es un regalo.