[JU&MARC]
[09.07.2018] Primera parada: isla de Espiritu Santo: Ciudad de Santo, Luganville
Es la capital de Espirito Santo, y la segunda ciudad más grande de Vanuatu. Llegamos con vientos suaves, que nos permitieron fondear en una playa muy cerca del pueblo, donde realizamos los papeles de entrada al país e hicimos acopio de agua dulce, comida, bebida y un poco de diésel. También aprovechamos para lavar ropa a mano, con agua dulce que nos proporcionó la familia que vivía en la playa, a cambio de un par de cabos viejos. Son gente amable y sonriente.
[MARC]
[13.07.2018] Segunda parada: Isla Espirito Santo, Palikulo bay
Es una profunda bahía a tan solo 15 millas al norte de Santo. Tiene una entrada un poco complicada, pero una vez dentro, es uno de los lugares más bonitos y tranquilos en los que hemos estado. Antiguamente, en su entrada, existía una refinería de pescado que actualmente está totalmente desmantelada, aunque como vestigio de su existencia, todavía quedan dos grandes barcos varados en sus playas: todo un espectáculo. Por las mañanas, podíamos observar como las familias que habitan estas playas de arena blanca, practican la pesca con grandes redes mientras los niños, por su cuenta, con sus cayucos de madera vieja, repasaban todos y cada uno de los arrecifes de la zona en busca de pulpos y langostas. Aquí hemos recuperado la afición por las barbacoas en la playa y las excursiones fotográficas.
[MARC]
[17.07.2018] Tercera parada: isla de Santa Maria, Lakona bay
Esta isla queda al Norte de Vanuatu y a diferencia de las islas del sur, aquí viven tradicionalmente. Se dedican a cultivar, cazar jabalíes y cabras en el bosque y como no, a la pesca. En Lakona bay, vive el «Chief» de la isla (jefe de toda la isla), llamado John Star. Por otra parte, cada pequeña comunidad tiene a sus propios jefes que deben rendir cuentas con el Chief de la isla. John nos acogió con mucha amabilidad en su bonito poblado familiar construido a pie de una gran playa de arena negra, con sus pequeñitas casas hechas de bambú y hojas de palma. Los niños corretean por todas partes, mientras las mujeres se dedican a cocinar y tejer hojas de palma. Es uno de los lugares más salvajes y auténticos que hemos visitado durante estos años de vida en el mar. Para los que penséis en llegar aquí algún día, hay que saber que necesitan de todo. El trueque es tan válido como el dinero; nosotros arreglamos el bote de fibra en el que tenían un agujero y les dimos gasolina, ropa, cuchillos, pilas AA, libros, lápices de colores, cabos etc. A cambio comimos mucha langosta, visitamos las cascadas, nos regalaron unas cestas hechas a mano, mandioca y fuimos invitados a cenar.