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Onda tropical

 

La sensación de alegría cuando ves tierra después de 25 días de navegación, es casi indescriptible. Los tres estábamos exhaustos pero la emoción de llegar te da fuerzas.

Que lugar más espectacular! La entrada a Fatu Hiva, Las Marquesas, es como sacada de un cuento de hadas. Paredes verticales de piedra vestidas de verde intenso que se deslizan hasta el mar.Sacamos velas para entrar en el fondeadero. Viento de 25 nudos racheados y apenas unos 6 ó 7 veleros. Echamos el ancla dónde había un hueco pero, empezamos a garrear al instante. Buscamos un fondeo que no haga más de 15 metros de profundidad y a ser posible de barro o arena. Tenemos una ancla, GYL WASI que pesa 30 Kg. de acero inoxidable y junto con la cadena del 10. Todo el equipo es muy pesado así que buscamos pocos metros, lo que no resulta nada fácil ni en Fatu Hiva ni en las Marquesas en general. Con mucho viento necesitamos tirar toda la longitud de cadena, 60 metros, para sentirnos seguros.

En aquel momento, un Francés muy amable con muy buena honda nos aconsejó que probáramos por babor, al lado del acantilado. Es el único lugar dónde hay barro, se coge bien el ancla y hace 10 metros de profundidad. ¡Perfecto para nosotros! Y así fue. Una vez anclados, nos quedamos observando la maravilla del lugar. Montañoso con cascadas verticales y verde, muy verde. Un placer para la vista. Cabritas que escalaban el monte, palmeras, árboles, césped salvaje, unas casitas en el fondo dónde desemboca un río y nosotros flotando en el mar. Las nubes que cruzan el Pacífico con los vientos Alisios, encuentran en estas montañas un obstáculo para continuar su viaje. Ascienden por la pendiente de barlovento y llegan a la cumbre, entonces los vientos, quedan presionados entre la montaña y las nubes, bajando de éste modo con mucha intensidad. Encañonados por estos valles tan profundos provocaban rachas de más de 35 knts de velocidad. Que paz, aunque sopla mucho viento pero estamos relajados. Ya no garreamos y no tenemos que estar pendiente de la navegación. ¡Hoy dormiremos del tirón!

 

Nuestro amigo Lionel que está haciendo la segunda vuelta al mundo.

 

 

 

Los locales de Fatu Hiva secan los pescados aquí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al día siguiente bajamos a tierra, una delicia caminar por el pueblo. La gente es muy amable. Te van diciendo “Bonjour”. Quieren intercambiar cabos viejos, por fruta o pescado. Algunos, al ver a Aleix nos ofrecen fruta fresca sin nada a cambio. Su filosofía es, cuanto más das más recibirás. Siempre tienen una sonrisa muy natural. Hace de esta isla un lugar aún más delicioso. Son unos magníficos artesanos. Marc y yo estamos fascinados por los Tikis. Unas hermosas esculturas talladas en piedra o madera. Cuenta la leyenda que protegen el hogar y la familia. Compramos uno para nuestro velero JU. Hicimos varias excursiones por los montes. Una de ellas nos llevó a una cascada de casi 100 m. de altura, con una piscina natural. Que gusto bañarte con agua dulce.

Pasaban los días y aprovechamos para descansar, hacer amigos, comer bien, relajarnos y poner el barco a punto. Marc cosió la vela, la Genova que se nos rompió en la navegación de Galápagos a las Marquesas. Aleix también hizo amigos en la isla. Su felicidad plena es ver a niños y jugar con ellos. Aunque no habla francés el lenguaje de los niños, para jugar es internacional.

Ya teníamos mucha ropa sucia acumulada. Desde las Galápagos que no habíamos podido lavar nada de ropa. Y que mejor lugar que limpiar ropa en el río de Fatu Hiva. Cargamos la ropa, cubo, jabón y… para el río. Que momento tan gratificante. ¡Tener agua dulce! ¡Y toda la que quiero!¡ Y poder lavar bien la ropa en este lugar tan espectacular! Marc me mira y me dice que tengo carita de pura felicidad. Y así era… Son pequeños momentos tan simples como mágicos. Cargamos otra vez la ropa bien escurrida para llevarla a secar al barco. Hacemos nudos marineros con las sábanas en las escotas del velero y con este viento y sol, en media hora ya están secas. ¡Mmmmmm que bien huele la ropa recién lavada!

El agua para nosotros es un lujo. Además no tenemos desalinizadora. No entraba en nuestro presupuesto comprarla. Tenemos que ir con cuidado a la hora de utilizar el agua. Cargarla en el barco es un trabajo engorroso y no siempre es posible. A veces tenemos la suerte que en el pueblo dónde estamos fondeados hay un grifo público. Marc tiene que cargar 500 litros de agua para tener el barco lleno. Tenemos 5 depósitos de 20 litros. Esto significa que hay que hacer un mínimo de 5 viajes para llenar. Una paliza para la espalda de cualquiera. Hacemos duchas marineras para utilizar el mínimo de agua. Estas duchas consisten en bañarse en el mar, salir, enjabonarse y volver al mar. Para terminar, una ducha de agua dulce, lo justo para quitarse la sal. Cuando navegamos hacemos lo mismo pero con un cubo de agua que recogemos del mar. Lo llamamos “agua cubo”. Para limpiar los platos es el mismo procedimiento, tenemos un grifo de agua salada del mar en la cocina y terminamos con un pelín de agua dulce. Cuando llueve estamos contentos, tenemos un sistema para la recogida de agua de lluvia que hizo Marc hace unos años. Lo utilizamos cuando estamos fondeados y se llena, si llueve a borbotones.

 

 

 

Después de más de una semana en Fatu Hiva decidimos que ya era hora de moverse e ir rumbo Iva Hoa a unos 46 millas. Aún, teníamos que hacer los papeles de entrada de las Marquesas, en la Polinesia Francesa. La noche antes pusimos el barco a son de mar (todo bien estibado). Pero al día siguiente, cuando Marc se levanto a las 5:ooh a.m. observó unas nubes negras desafiantes que cubrían todo el cielo. Marc tubo la premonición de que algo no iba bien. Observó además, que las cabritas que normalmente pastaban en lo alto de las montañas, estaban ahora casi a nivel del mar y apenas se movían. Se mantenían juntas en pequeños recovecos escondidas de la lluvia que ya empezaba a caer. A ellas les gusta estar arriba del monte. ¿Estarían ahí abajo para protegerse de una posible tormenta? Marc así lo pensaba. No habíamos consultado la meteorología porque fue una decisión tomada en el último momento y no nos daba tiempo de pedir el parte. Me levante a las 6:00 h. a.m. y el capitán me comentó que creía que no era buen día para la navegación. Le sonreí y le dije que si no era hoy sería mañana, que confiaba en él. Al cabo de apenas un par de horas entró una onda Tropical. Lluvia muy intensa, tanto, que provoco el derrumbamiento de un gran trozo de montaña. En el pueblo muchas casas sufrieron gravemente las consecuencias. En el fondeadero, por lo menos 4 barcos perdieron la posición cuando las rachas de viento llegaron a los 45 Knts . Tuvieron que pasar el resto del día capeando los fuertes vientos a que terminara la tormenta para volver a anclarse. Mientras tanto, desde el JU, nuestro velero, podíamos ver sobre el agua, teñida de color marrón por el barro, puertas, ventanas, trozos enormes de troncos que el río arrastraba a gran velocidad hacia alta mar. Las cascadas aparecían por todas las laderas de las montañas. Nosotros estábamos en el velero, viendo la fuerza de la naturaleza como lo arrastraba todo por su paso. No hubo tregua, todo el día lloviendo y con un viento que hacía que estuvieras constantemente alerta, haciendo guardias. Los barcos anclados navegábamos de un lado al otro. Estábamos preocupados por los locales y sus casas. Pensando que sobretodo no hubieran heridos. ¡Pero no podíamos ir al pueblo y dejar el barco con este panorama! Nuestro velero, nuestra casa también podía estar en peligro… Esto duró todo el día hasta que se hizo de noche.

El día siguiente bajamos al pueblo. Los locales estaban bien aunque un tanto desanimados. Las casas más afectadas, las que estaban al lado del río. Estuvieron trabajando duro para intentar salvar todo lo más imprescindible. La escuela se había llenado de barro por el efecto del desprendimiento y muchos libros y material diverso se habían malogrado. Nos quedamos para echar una mano. Aleix no dudó en ayudar con lo que podía, con otros niños locales. Marc cogió una carretilla para empezar a cargar troncos y sacarlos del jardín. Yo iba recogiendo escombros, piedras y trozos de maderas para limpiar el patio. Un chico local me ofreció un diccionario Marquesiano como agradecimiento, estaba un poco mojado y con barro pero me encantó. La directora de la escuela ya se había puesto en contacto con el gobierno de Tahití, para que remplazarán los libros y muebles de la escuela. Ya estaban más tranquilos, pero esa semana no hubo escuela.

Nuestros amigos de otros veleros que sabían que teníamos que partir ese día nos comentaron que estaban muy contentos de que no hubiésemos zarpado. ¡Nos salvamos de una buena Tormenta Tropical navegando! Buffff… no quiero ni pensar lo mal que lo podíamos haber pasado. Nos reímos un buen rato hablando del pronóstico meteorológico que Marc había hecho con la observación de las cabritas.

El anclaje de Fatu Hiva es pedregoso y tiene más de 20 metros, lo que complica mucho el agarre del ancla y la recogida de ésta.

También hemos podido comprobar el gran poder de las nubes. A veces pequeñas nubes te paran totalmente el viento o te lo suben a 10 Knts más y se rola en menos de un segundo. Imaginaros las nubes grandes. Nunca sabes lo que te traen.

El Pacífico es Pacífico… muy suave y agradable pero a veces, tremendamente hostil.

 

 

 

 

 

 

 

 

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