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El cielo lleno de estrellas

Tengo tantas ganas de navegar que me viene el recuerdo de cuando cruzamos el Atlántico. Marc ya hizo una entrada en nuestro blog muy bien explicada, pero tengo ganas de escribir mi visión.

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Ni me sentí especial, ni pienso que sea un logro extraordinario cruzar el Atlántico, pero para mí, fue una aventura muy enriquecedora.

Lo que más temía, no era toparme con una fuerte tormenta y que la mar estuviera muy movida… mi retó era ser una buena marinera y buena compañera de viaje.

Tuve mucha suerte de encontrarme con Marc, gran capitán, mi mejor amigo. Nunca he pasado miedo a bordo. He tenido momentos de mucha tensión y mucha adrenalina… y digo suerte porque, si el capitán no tiene miedo, eso te lo transmite. Marc a navegado desde muy niño y yo siempre le digo que lo lleva en la sangre. Hace las maniobras o decide cambiar de estrategia de una manera innata. Muy importante en momentos críticos de la navegación, la rapidez con la que decides un cambio de maniobra.

Me siento buena marinera porque creó en él a ciegas. Una orden del capitán y ni pienso lo que dice, solo ejecuto la orden. Ahora entiendo el refrán: donde manda capitán no manda marinero. Si en un momento complicado yo no estuviera de acuerdo y no cumpliera sus ordenes, podría ser el caos.

Donde me siento más viva, y donde nos entendemos más, mi pareja y yo, es cuando navegamos. Nunca discutimos y me apoya y valora por encima de todo. Todo es más intenso, y vives momentos tan fuertes, que nuestros instintos valoran lo que es importante de verdad.

12 de Septiembre del 2010, Badalona.

Largamos amarras. Fue Victor, vecino de la marina y amigo que ya dio la vuelta al mundo con su pareja y escribiendo un libro: “De Montserrat a los Mares del Sur”. Nos hizo mucha ilusión.. Nos despedimos y nos deseó lo mejor!!

Tenía un nudo en el estomago. Aún no me podía creer que rompía con toda mi vida cotidiana y dejaba a familia y amigos. Marc, Trufa (nuestra perrita) y yo empezábamos nuestra gran aventura con nuestro querido velero el JU.

Me fui a la proa del barco y empecé a llorar de emoción.

Ya vamos!!! Rumbo a las Canarias. Hicimos un parón en Cartagena. Marc quería que yo estuviera tranquila y descansada. Había una gran borrasca para cruzar el estrecho de Gibraltar. Después de un día en Cartagena, el capitán decidió que era el mejor momento para continuar la travesía. Y así fue! Pasando el estrecho de Gibraltar, dejamos a babor una gran tormenta mientras nos cruzamos con gran cantidad de mercantes.

Una manada de calderones… Espectacular!! Marc y yo nos emocionamos muchísimo… era un buen presagio.

 

 

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Por fin ya estábamos en el Atlántico!! Se me puso la piel de gallina de recordar tantas veces habíamos hablado con Marc que algún día nuestro sueño se haría realidad!!

Llegamos a Lanzarote y nos quedamos 2 meses a condicionar el velero y esperar los vientos portantes, Los Alisios.

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Ahora me doy cuenta de lo importante que fue para mí todos estos meses de preparación… acondicionamos el velero con mucho cariño y dedicación. Y realmente también nos estábamos preparando nosotros mismos.

Mi gran miedo era marearme… yo quería ser útil y buena marinera.

Estaba fuerte mentalmente y muy concienciada de lo que podría pasar.

En Canarias 2 amigos de Marc se apuntaron con nosotros para hacer la travesía del Atlántico.

Salimos de Canarias rumbo al Sur de África justo dónde empiezan los Alisios, pero tuvimos varios problemas técnicos y una tormenta que nos bloqueaba el paso.

Un pájaro nos rompió la Antena VHS. Estuvo toda una noche encima de la antena mientras navegábamos. No hubo manera de hacerle cambiar de opinión, se podía apoyar cómodamente!

El capitán decidió ir hacia Cabo Verde para reparar la Antena VHS, comprar filtros nuevos para el motor, y esquivar la tormenta.

Pasamos dos días y una noche. Partimos rumbo Martinica sin más contratiempos.

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Hubo de todo, mala mar, mar en calma, viento, sin viento, lluvia, tormentas, sol, nubes… Cada vez que poníamos la caña pescábamos. Que grande es la naturaleza!!

Cada día que pasaba me sentía un poco más cansada… El velero la gran mayoría del tiempo estaba escorado y evidentemente siempre en movimiento.

Físicamente agotador. Hacíamos rotación de guardias para poder descansar, pero es imposible dormir plácidamente. Siempre estás alerta, el va y ven de las olas no te dejan ni un momento de tranquilidad.

Me sorprendí de lo que el cuerpo puede aguantar en situaciones tan inclementes. La fuerza está en la mente.

Tuvimos momentos muy bonitos, bailamos, gozamos comiendo, brindamos, nos reímos, tocamos la guitarra, disfrutamos de la navegación. Momentos muy mágicos…

Estar en medio del mar sin ver tierra es una sensación muy especial. Tienes que ser fuerte y autosuficiente. Me sentí libre y afortunada.

Por supuesto el que tenía todo el empuje era el capitán. El decidía los cambios de maniobra, para correr las tormentas, y coger el mejor rumbo para que el velero JU navegara con soltura.

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Me fue muy bien empezar a escribir el diario de a bordo. De ahí ha salido este relato. Lo hacía en

mis guardias nocturnas, era mi momento preferido. Podía repasar el día y poner las ideas en orden. Había paz y tranquilidad. Todos dormían o al menos descansaban.

Por las mañanas cuando me despertaba salía a la bañera, decía buenos días y Trufa siempre venía corriendo a saludarme como si hubiera pasado una eternidad. Ella siempre contenta moviendo su colita… ¡¡sin duda la mejor a bordo!!

Tenía mi mente ocupada pensando en que hacer para la comida. Eligiendo los alimentos que se podrían dañar antes y cocinarlos. Estaba feliz que cada día pudiera estar horas en la cocina, con todas las ventanas cerradas (hacía mucho calor) y el velero escoraba constantemente. Que no me mareara… me parecía increíble! Tenía que hacer auténticos malabares para cocinar y que no se me cayeran los alimentos que iba sacando de la nevera. Fue muy gratificante hacer de cocinera y ver que la tripulación disfrutaba comiendo.

Navegando, 4 personas a bordo no tienes intimidad. Todo lo tienes que hacer en equipo, compartir la comida, el trabajo y sobretodo el buen rollo. Es una situación extrema de convivencia. No hay escapatoria. Tardamos 22 días desde Cabo Verde a Martinica.

Lo más duro no fue la navegación, ni las tormentas, ni los problemas técnicos… Fue la convivencia.

Ahí está la fortaleza mental. Es un maratón. Y el más fuerte es el que supera los malos momentos y se queda que los buenos.

Recuerdo una noche que mi Marc me despertó para hacer mi guardia y me dijo al oído: “Amor te he sacado la capota para que puedas ver el cielo lleno de estrellas”.

Y no eran pocas. Una placida noche sin luna, 25 nudos por la aleta de estribor y el JU navegando como la seda… Esos momentos, esos regalos del mar, son extraordinarios. No tienen precio.

Cuando estábamos llegando a Martinica hice la última guardia… veía tierra!! Capitán y marineros dormían plácidamente. Puse más vela a la Genova, hacia una brisa perfecta. De noche siempre rizábamos velas por seguridad.

Parecía una isla mágica poco a poco iba aclareciendo, oía el Tam-tam… música caribeña… ¡¡Tenía un subidón!! ¡¡Ganas de llorar de alegría!! ¡¡Ya estamos llegando!!

Estaba exhausta pero muy muy feliz de vivir esta experiencia!! Llegar a una tierra desconocida para nosotros.

Que ganas teníamos todos de pisar tierra y ver caras diferentes!!

Marc y yo estábamos muy emocionados… Empezaba una nueva etapa en nuestra vida a bordo del velero JU. Llena de misterio y pura libertad.

Agradecer al capitán porque él, no paro ni un momento. Supo guiarnos y solucionar todos los problemas técnicos que tuvimos. Muchos de sus momentos de descanso tuvimos que despertarlo. Y sobretodo él era que tenía toda la presión de cuidarnos y devolvernos a tierra firme, sanos y a salvo.

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Creó que desde siempre el mar me ha fascinado, pero fue con Marc, cuando empecé a navegar por el mediterráneo y hacer las travesías de Barcelona a las Baleares que sentí esa magia que tiene el mar, el viento, la vela y sobretodo la vida a bordo.

 

 

 

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